Estaba el otro día a punto de irme a la cama a descansar tras un día de trabajo larguísimo y agotador a la par que divertido, cuando de repente advierto que -sin saber como-, mi suscripción de la revista Emprendedores me había adelantado en mi propia cama.
Como no podría ser de otra manera, me dispuse a echarle una ojeada ya con los ojos entreabiertos…
Lo curioso y que más me llamó la atención fue la editorial de Alejandro Vesga que decía «Consejos que no escuchas y luego das a los demás«. Y la verdad es que le agradezco que me invitara a tal reflexión leyendo únicamente el título de aquella columna. A la vez, y como siempre acostumbro a hacer, le di una vuelta más a la rosca tratando de no pasarla.
Así que, cuidado ¿quién debe aconsejarnos? que expresado de otro modo también podría ser ¿a quién debemos dejarle aconsejarnos?
Nótese también esa crítica carismática en este texto, pese a que trato siempre de dar consejo únicamente a quien me lo pide y sobre lo que estoy seguro de que controlo y puedo aportar, es inevitable pensar que somos humanos y nunca seremos capaces de evitar verter parte de opinión, creencia de sucesos futuros o repercusiones. Ustedes mismos ya estarán pensando qué bien o qué mal está redactado este texto, el resto del blog o simplemente que no soy válido para aconsejar y a la vez adivino a que también lo hacen con mi futuro, consciente o inconscientemente. A eso me refería.
En cuanto a autocrítica necesaria me refería a aquello de «usted no será siempre el más indicado para aconsejar» siempre que no conozca sus limitaciones y sepa eliminar los condicionantes de su entorno sobre su opinión para poder aplicarlos de forma aséptica en otro, sin ni siquiera tratar de leer la bola de cristal para predecir repercusiones. Ya no por la libertad y el crecimiento de su ego, sino por el daño potencial causado, pues no sería posible cuantificar cuánto tiempo hemos hecho perder -o perdido nosotros mismos- al no seguir nuestros propios consejos o en el aconsejado fácil y crédulo, creyente y devoto de nuestra experiencia como referencia en su vida. O por si no lo entiende, «cállese de vez en cuando, que el mundo se lo agradecerá en un futuro no muy lejano» al evitar desánimos provocados por versiones tóxicas de nuestras ideas y futuro.
Quizá también muy útil considerar las intenciones ocultas tras algunos consejos a priori visiblemente categorizados como altruistas o inocentes -junto con aquella manía humana de etiquetarlo todo-. Pese a que no es un gusto, «piensa mal y acertarás«, aunque que mi humilde consejo (no me gustaría ser pretencioso aconsejándole en este momento), es que crea en las personas que les rodean, o por contra y directamente desestime otorgar ni un microsegundo de respuesta a aquél que haya demostrado su engaño o traición a su karma.
También es cierto que debería acordarse de los rostros que se agacharon para ayudarle cuando estaba en el suelo, al menos para devolver un agradecimiento acorde a la ayuda prestada o el consejo dado.
En cualquier caso, difícilmente conseguiremos integridad en los consejos que recibimos si no nos auto-analizamos más a menudo y conocemos a aquél del que lo recibimos lejos del estrés diario… en cuyo caso debiéramos aplicar la máxima «vísteme despacio, que tengo prisa» tan necesaria y saludable en su aplicación y tan escasa en la práctica cotidiana.
Escuchad el consejo del que mucho sabe; pero sobre todo escuchad el consejo de quien mucho os ama.
Arturo Graf (1848-1913) Escritor y poeta italiano.
Yo, como siempre, voy a empezar por el final.
¿Quien más nos ama es quien más capacitado está para darnos un consejo? Ojo con eso, porque si hablamos del amor puro y utópico, puede (aunque ni siquiera), pero también hay que valorar el grado de egoísmo que puede conllevar ese consejo, como bien apuntabas más arriba. No egoísmo consciente, pero creo que lo importante para dar/recibir un consejo no es tanto el amor (aún entendido como la búsqueda de lo mejor para el ser amado), sino el conocer a la persona que da/recibe el consejo, conocer el problema sobre el que se da el consejo y el saber tomar distancia de ambos. Somos muy proclives a dar consejos desde nuestra experiencia, cuando lo que deberíamos hacer es ponernos en la piel de la otra persona para poder aconsejarla con SUS variables e interacciones, que no necesariamente son las vivencias nuestras. Es lo que diferencia un consejo de una opinión.
Por tanto, para dar o recibir un consejo creo que lo más importante es la información de la que disponemos. Solo con toda la información se podrán analizar y evaluar las diferentes opciones que se nos presentan y sobre las que aconsejamos o nos aconsejan.
Dar consejos sin que nos los pidan no sirve. Pero pedir consejos, aunque tengamos la decisión tomada, puede ser útil para ver el problema desde una perspectiva diferente.
Leí el post unas cuantas veces. Y aún no me queda claro a quién le dejás vos que te dé consejos. Tal vez contando tu experiencia, vertiendo tu opinión, puedas orientar a alguien que necesite un consejo, extrapolándola a sus propias variables y vivencias. Esto, por supuesto, es una opinión, que no un consejo. ;o)
Ya acabo. Tu post me hizo reflexionar mucho. Porque, como decía la revista que lo originó, generalmente damos muchos consejos que no nos aplicamos a nosotros mismos. Y deberíamos pensar un minuto sobre esto antes de aconsejar a nadie.
Guau, encantadísimo del súper-comentario y del debate. Grata sorpresa.
Entrando en materia, nunca jamás tendrá el mejor consejo quien más aprecio/cariño/amor nos tenga, sino quien mejores intenciones procure sobre nosotros, acompañados de una buena experiencia y capacidad de abstracción. Esto es, eliminar sin prejuicios las variables que llevaron a unas consecuencias determinadas en un momento dado -según sus decisiones- y saber o pensar que al variar el entorno la misma elección no lleva necesariamente por la misma ruta, ni va a tener las mismas repercusiones. También he de reconocer que encontrar a la persona adecuada para cada caso, (creo) no es más que pura serendipia.
Sin embargo, no entraría tanto a la petición o no del propio consejo. El consejo está ahí -sin más- mientras que las intenciones son también variables. Incluso cualquier apreciación de un tercero puede ser tomada como un consejo adaptable a un caso que nos importe. La vida misma.
En cuanto a mi… uf! Pues depende del entorno. Tengo la (enorme) suerte de poder trabajar con quien me place en cada momento y sin buscar el consejo en nadie, siempre trato de discernir en base a su experiencia, objetividad, disciplina, empatía, sentido del humor… feeling, en definitiva. Por tanto, tengo muy claro antes de recibir si el consejo va a ser lo suficientemente válido o no porque lo que he encontrado previamente es a una persona válida que hace más cosas que dar consejos y lo es precisamente por ello. Evidentemente -y por último-, aquel que se acerca para aconsejarme sin más conocimiento de mi que mi nombre (si me ha conocido vía twitter, ni eso) no se merece más que ser introducido en el cajón del olvido, pues probablemente sea una persona con un perfil un tanto egocéntrico, un tipo de persona tóxica con la que merece la pena tener cierta distancia.
En fin, muchas gracias!!
P.D.: Acepto y aceptaré tus consejos 😉