Sobre el cansancio

Quizá este sea uno de los posts más personales de este blog hasta el  momento. Es necesario purgar antes de cada cambio de etapa, y usted tiene la elección de seguir leyendo o no.

En lo personal, no muestro más que el agotamiento normal de un verano extraño. Pero en lo profesional, existe un buffet de cosas malas, de las que día tras día acabo colmado.

Además, me atrevo a definir el cansancio como la parte de nuestra rutina que no sólo no agrada, sino que repudiamos y nos vemos obligados a rechazar de forma sistemática y sistémica diariamente, que llegado a un punto puede agotarnos y que en ocasiones no podemos evitar sin más.

cansancio.

(De cansar).

 1. m. Falta de fuerzas que resulta de haberse fatigado.

2. m. Hastío, tedio, fastidio.

Y ahora me explico, entrando en motivos que probablemente conozca como experiencia y comparta con usted.

Cansado de las personas insidiosas que creen tener potestad universal para organizar tu vida. Sin duda el primer signo se materializa en lo que podemos denominar Experiencia WhatsApp.

De esas personas que te obligan a recordar cada una de las palabras que compartiste en algún momento, porque las utilizarán en su propio beneficio.

De las personas que retan cada día a los demás a hundir en la más mísera reserva su depósito de energía.

De esas personas que sólo interrumpen tu conversación con otros para contar su libro. De los que invaden tu espacio vital sin permiso.

De esas personas de carácter agresivo que creen en la presión en los demás, sin saber mojar el suelo con un cubo lleno de agua en la mano.

De esas personas que en lo profesional están contigo o contra ti. Generalmente, tienen demasiado tiempo libre lleno de soberbia.

De los que no saben repartir las medallas.

De los que no te devuelven los libros que les prestas.

De los que no sienten orgullo de trabajar en la sombra.

De los alborotadores nativos.

De los despedidos por maleducados.

De los que creen que su salud mental vale más que las de los demás pagando broncas con quien no las merece.

De los que creen poder exigir en una empresa que no es suya, ni representan. Y de socios que parecen haberse vuelto locos.

De los que venden humo.

De los que justifican su ineficiencia en la de los demás.

De los que te prometen un ferrari y te dan un patinete de ruedas cuadradas.

De los que recomiendan sin saber.

De los que reparten dogma a modo de experimento, sin medir las repercusiones personales que pueden causar en los demás.

De los que dan un paso en falso, y después otro hacia atrás, matizándolo como una salida por la puerta grande, sin asumir consecuencia alguna.

Por último, de los que dicen preocuparse por mí, sin haber levantado el teléfono en meses.

Excluyo por supuesto de todas las categorías anteriores a los tontos, por naturaleza u oficio, que ya tienen bastante ellos solos tratando de simular que son inteligentes pensando que cualquier acción suya tiene repercusión en la vida de los demás.

También a los que tras aprobar su examen del permiso de conducción que en teoría les capacita para usar las vías públicas de una forma cabal tienen la certeza de que el trazado de las isletas es una línea recta. Aunque creo que estos están en el punto inmediatamente superior.

Por alusiones, espero ahorrar un tiempo en llamadas.

Aún así les diré e insistiré siempre que me apasionan las personas dedicadas en cuerpo y alma a sus quehaceres sin inmiscuirse en la vida de los demás. Simplemente sonríen. Sirva este texto como grito de guerra.

Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no.

Gabriel García Márquez (1927) Escritor colombiano.