Esta parece ser la estrategia entre los distintos partidos políticos hasta el segundo intento de investidura del Partido Socialista.
Rajoy, ni está ni se le espera, quizá públicamente avergonzado después del baño de casos en Madrid y Valencia, pero sin honor en el deporte de la dimisión. De hecho, ha sido el propio diario El Mundo el que en su portada publicó que no le quieren ni los militantes de su partido. Ese medio de comunicación en el que con nocturnidad se cambió su director para que no se desviara su línea editorial. En pro de la pluralidad, claro.
Rivera, ganándose el pan creando un acuerdo de gobierno con pocos flecos socialdemócratas, totalmente ajeno a la mesa a cuatro -que tanto nos convendría por la autoregulación que esto supondría-, y acatado casi a rajatabla por el capo socialista, que por miedo a que Podemos le gane por la izquierda, deriva hacia la derecha del cambio inexistente.
Desde luego, si hace tiempo que las personas están desencantadas con la política, créanme que este pretendido cambio no (nos) está ayudando en nada, viendo que dos meses después de acudir a las urnas, da la sensación de que unos por inanición y otros por mirarse el ombligo, se trabaja muy despacio. Puede ser que sea la falta de costumbre.
Mientras tanto, unos y otros se afanan en acaparar todos los titulares posibles y acusar a los demás de ser «la pinza» que provoca la ingobernabilidad del país mientras el Partido Popular, ingestionable por sí mismo, ve fantasmas en las acusaciones de todos los partidos de la actual oposición -en funciones- cuando la bofetada le ha venido inequívoca desde el electorado.
Y la casa por barrer.