Una de mi más recientes, excitadas y recomendables lecturas ha sido, como he anunciado en mil ocasiones, Los Pilares de la Tierra de Ken Follet. Es una obra maestra llena hasta los topes de moralejas. Todas estas sirven, sin duda, para ejemplarizar miles de planteamientos sobre razones vitales, sociales e incluso psicópatas. Es como un Big Brother, pero que merece la pena leer.
Dado que debo tener algún problema confeso sobre las visiones negativistas sobre el éxito o -en su defecto- el fracaso, también hago valer dicha novela universal para explicarles lo que a mi me parece, un nivel por encima, la relatividad de eso que llamamos fracaso. El primer paso para quitar madera del esperpéntico asunto es despreciar la paja y el argumento facilón por el que acaba perpetuándose «el fracaso» en boca de muchos núcleos sociales de creadores entusiastas de Sociedades Limitadas tempranas. Esto lo hago en El fracaso profesional, la tontería de moda.
Consecuentemente, el segundo paso, será demostrar porqué defiendo tal relatividad sin que me puedan acusar de fracasado llorica, simplón y renegado del mundo. Eso sí, les pondré una condición: dejen de lado prejuicios relativos al sexo de los personajes, se desviarían del tema. Empecemos.
Todo éxito tiene el riesgo de ser, a la vez, un fracaso.
Bien, centrémonos en la vida amorosa de Aliena, una de las protagonistas de la historia. Para los más fans de la archiconocida novela, será un recuerdo positivo de la misma, y para los que no se han atrevido con ella, un ejemplo más de la relatividad de cosas tan graves como un fracaso.
Primero, William, el hijo de una familia acaudalada es rechazado por ésta como pretendiente. Lo hace de un modo alejado de la educación y ridiculizándole. Esto desemboca en una trama llena de sed de sangre y venganza. ¿Esto es un éxito de Aliena? ¿Quizá un fracaso de William? Parece sencillo: la mujer, aunque en una época muy distante a la modernidad, consigue romper la tradición de los matrimonios por conveniencia política o militar. Y yo, me alegro.
Más tarde, por circunstancias, la familia de William toma el poder. Él la degrada, desvirga y viola hasta la saciedad con una soberbia aplastante y deleznable a la vez. Entonces, ¿es un éxito de William? ¿o un fracaso de Aliena haber atentado contra el honor de William y haber agrandado la ira de éste?
Por otras circunstancias paralelas y la necesidad de cumplir una promesa que ella y su hermano hicieron a su difunto padre, acaba casándose con Alfred, que utiliza la escasez de recursos de la desafortunada y corta familia para chantajearla y contraer un desdichado matrimonio con ella. El objetivo en todo momento es arruinar el verdadero amor que mantiene con Jack, en ese momento novicio y hermanastro de Alfred (cierto es que la novela tiene un tinte endogámico a lo Buendía). ¿Es un éxito de Alfred conseguir dicho matrimonio? Quizá sea un fracaso por su exceso de codicia, pues nunca llega a consumarse este matrimonio (horario infantil).
¿Sí? ¿Éxito? ¿De verdad?
Entonces, en cualquier tramo de la historia ¿quién obtiene el éxito? ¿quien atesora un fracaso sin saberlo?. Probablemente, dependerá del lector. Del qué-dirán. Ya fuera de la novela, digamos que afirmar sobre «un caso de éxito» habitualmente se basa en un criterio poco científico, o cuanto menos, poco riguroso. Si acaso, únicamente como parte del marketing. Materialistas aparte, que sólo sabrán enseñarnos una cuenta de resultados con la que nos justificarán los medios para el fin, podríamos extraer millones de conclusiones, tantas como personas. Las mías, podrían ser estas tres:
- El éxito sólo dura tanto como tarde en suceder un cambio en las circunstancias en el entorno en que ha sucedido dicho éxito.
- Nunca es absoluto, siempre relativo al criterio del que lo interpreta, conoce o desarrolla.
- Tanto en lo personal como en lo personal, siempre vendrá íntimamente ligado nuestra propia moral.
Él éxito no tiene que ver con la cantidad que tenemos, sino con la persona que somos.
Jim Rohn (1930 – 2009) Empresario estadounidense.
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