en Experiencia

Sobre la sonrisa

"La sonrisa"Charles ChaplinEn algún momento estudié que los científicos usan el mundo como laboratorio de sus experimentos y por aspiraciones, aunque me haya quedado en el mundo de los e-business (así queda mejor, entiéndanme), yo tampoco dejo de crearlos. Sin ir mucho más lejos: con mi peluquero, tradicional. El de toda la vida.

El experimento consistía -y consiste- en encontrar la forma en que su experiencia como proveedor de servicios cambie mientras el cliente sea yo. ¡No crean que no supone un esfuerzo! Además, luchaba contra un prejuicio, que pese a no ser necesariamente negativo sí lo era en extensión, precisamente por haberme visto crecer desde lo más pequeño que puede ser un humano. Una vez acabado el periodo vacacional en el útero materno, se entiende.

Poco a poco y teniendo en cuenta de que las visitas a este señor son cada mes o mes y medio, era un experimento tan simple como largo: hacer un seguimiento era primordial pero pensar en la siguiente visita para ver lo que funcionaba, totalmente necesario. Por supuesto, es importante mencionar que el sujeto del experimento en cuestión debía ser un hombre o una mujer de actitud positiva y feliz de forma predeterminada. De lo contrario, habría sido tremendamente fácil. Precisamente por la sencillez del experimento, las conclusiones también lo son, tal que:

  1. En las primeras ocasiones, nunca me despedía como me recibió. Su cerebro se resistía al inicio, pero cambiaba a lo largo de la visita y lo reconocía inconscientemente.
  2. En la actualidad, me recibe y despide de su negocio con el mismo nivel de énfasis (teniendo en cuenta que ambos somos un par de humanos dentro de la media tanto en salud mental, actitud, economía o inteligencia -o si acaso destacando por encima de la media, en lo que sea-).
  3. Durante el experimento, los días que conseguía sacar una sonrisa continuada y crear un mini-éxtasis momentáneo de felicidad (no os lo vais a creer): ¡me cobraba menos!
  4. Y lo más sorprendente: ¡yo mismo estaba predispuesto a pagarle más!

Sin hacer mucho estudio así, en frío, cualquier humano que te tome en serio cuando le preguntes qué aprecia más de su pareja, de su mejor amigo -o de su círculo de personas más recóndito e incondicional, sea cual sea su relación- te responderá que es la capacidad de hacerles sonreír. Disfrutar. Ser feliz en un estado de tranquilidad, en definitiva.

Y la forma de comunicar esa tranquilidad, es una sonrisa, haya pasado o no por el mejor estomatólogo, dentista, ortodentista o cirujano protésico buco-dental. Será más o menos abierta. Más o menos tímida. Más o menos escandalosa o acomplejada. Pero nunca dejará de ser un signo exterior de control interior.

Es el bien más preciado de una mujer. Constituye claramente un escaparate de su salud emocional (excluyendo sonrisas cínicas o nerviosas), un termómetro de su estado de ánimo y sin ninguna duda, su mayor arma de seducción (bueno, no siempre).

La sonrisa de los demás nos demuestra -cuando aparece- la capacidad de guardarse los problemas y enseña la mejor de las propuestas al resto de los humanos que le rodean, sean conocidos o no, aunque no los vuelva a ver jamás. Una decisión muy valiente y acertada, por el respeto que eso supone hacia la sociedad, salvo en lo íntimo, cuyas reglas cambian totalmente.

Señores, esto tan simple es aquello que muchos especialistas llaman marketing emocional, que no es más que crear experiencias únicas para sacarle los cuartos sin que le duela tanto. Pero en realidad el problema no es ese. No es que alguien -persona o marca- intente sacarle una sonrisa, sino que consideramos socialmente que conseguir esa sonrisa en una persona es precisamente un logro por el que nadie discute es merecida una recompensa, de tipo económica o no.

No diré que se aprovechan de nuestra infelicidad sistémica o de nuestra dificultad por mostrar nuestra parte más externa de nuestra dentadura, pero sí que le retaré a que se lo pongamos más complicado empezando de partida, en un estado más cercano a su objetivo: su sonrisa.

¿En qué momento se nos olvidó que nuestra sonrisa está escondida en nuestra cara? ¡Oigan, eso que le sacan es suyo! ¡Úselo usted!
Pese a lo corto de mi experiencia en el mundo me permitiré el arrogante acto de recomendarle: Nunca espere que le sorprendan: use su sonrisa en su beneficio (y en el de todos). Es algo relativamente fácil, y si no miren cómo lo consideró uno de esos humanos -cercanos aún en la distancia- que no paran de crecer día a día en su carrera vital cambiando pequeños detalles para conseguir un cambio de actitud global.

Quizá interferir positivamente en la vida de los demás sea algo costoso y no siempre posible, pero para hacerlo con la nuestra sólo tenemos que escuchar a la persona que mejor entendemos: nosotros mismos. #positivethinking

Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada.
William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico.

ACTUALIZACIÓN MAYO 2013: La semana pasada, volví a visitar a mi peluquero y hablando sobre el cambio que ha supuesto la tecnología con respecto a algunas formas de comunicación entre las personas y… ¡no os lo váis a creer! ¡¡¡NO USA WHATSAPP!!! ¡¡¡Y es más feliz que antes!!! Extraña coincidencia con mi mismo experimento que acabó con el mismo final hace un par de semanas… Y por supuesto, para este detalle también tengo otra cita:

Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en él.
Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio.   

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Comentario

  1. «La sonrisa de los demás nos demuestra -cuando aparece- la capacidad de guardarse los problemas y enseña la mejor de las propuestas al resto de los humanos que le rodean…»
    La sonrisa, como tú dices, es nuestra y nadie manda en ella pero a veces nos olvidamos que la tenemos. ¿O simplemente es una cuestión de egoísmo? ¿o una llamada de atención?. Si el marketing emocional funciona es porque somos bastante inútiles a la hora de gestionar nuestras propias emociones. Y controlar las emociones es controlar muchas cosas…
    Me ha gustado tu «experimento social»; se le puede sacar mucho jugo. Nunca dejarás de sorprenderme…

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