Eso dice el refranero popular de mi tierra, que no viene a decir otra cosa que lo que todos sabemos, “más vale un lápiz corto que una memoria larga”. La memoria es volátil, pero lo que queda escrito sobre un papel, no.
Y es que Internet, pese a ser una avalancha de temas fugaces que vienen y desaparecen dejando millones de expertos de un día en la cuneta sin nada que comentar al día siguiente y obligando a todos los cuñados a cambiar su sapiencia también casi diariamente, no deja de ser la mayor hemeroteca del mundo. Ahí queda para el recuerdo de quien lo quiera consultar.
Parece que a gran parte de los políticos se les olvida pronto lo que dicen, y para eso está la oposición y los medios poco afines al partido que gobierne que con cierta facilidad tirando de su bendita hemeroteca pueden hacer ver -no sin sesgos- como unos y otros se desdicen fácilmente para que mediante mucho valor y eufemismos de lo más variopintos, son capaces de evadirse a ellos mismos. Pero no es el caso del que hablamos.
Veo poco la tele, en casa tenemos la costumbre de tener ese maldito aparato apagado siempre. Quizá no esté en marcha más de 5 a 7 horas a la semana, pero no lo digo como un alarde de eficiencia y saber hacer personal, sino que simplemente, he modificado el hábito de ver tonterías a granel como un vegetal a leer las noticias que salen en el telediario, pero un día o dos antes y además, las que yo quiero.
Aun así, a la televisión también le gusta estar en todos los lugares, y por esto hay temas planeados para que invadan redes y prensa online, que gracias a todos los que sí enchufan el aparato, suben como la espuma en popularidad que a su vez rebotará en la televisión de nuevo. Es un todo por mi share que hace que quieras o no, si vives en este mundo, te acabas enterando.
Esta semana, el facebook compra instagram ha sido una chorrada insignificante venida a más por la crítica de un cocinero con cara de niño grande que hace un par de años que sale en la tele. Parece que en el programa en el que sale habitualmente, MasterChef, ya empezó a hacer aguas por su contenido gastronómico y necesita de momentos estelares y riñas entre sus participantes a lo Big Brother para ganar la audiencia necesaria que lo hace rentable.
Ojo, no dudo del conocimiento del lugar -en mi opinión- de donde no debería haber salido: la cocina. Pero sí de esos valores que el estrellato hace perder. Hacerse famoso debe ser duro.
Hace también relativamente poco, para el descojone popular, vimos a Punset anunciando pan de molde de una forma un tanto peculiar. Pero hace menos aún, vimos al famosete del que hablamos siendo la cara de lo que creo una tomadura de pelo del calibre de una noria.
En este caso ya no es que hablemos de creatividad, sino de un producto que no está a la altura de la power balance, pero casi. Lo grave, es que además, el pan con grasa y alpiste en el que pone su cara no es precisamente el que necesita comer un ráner. Y no es que lo diga yo, lo puedes ver en El pan ‘runner’ y la estupidez alimentaria en El País, o en ‘Pan runner’: sobre marketing, semillas, grasas y pan en 20 minutos. Esto sí que me parece una tomadura de pelo de verdad, que necesita del mismo sermón que el propio Jordi ladró al concursante de su programa que creó el popular “León come gamba”-en tanto que lo consideró como una falta a su honor-. No vamos a negar que el plato dejara bastante espacio al chiste fácil, pero el pan runner (y su precio), querido Jordi, fue una falta de respeto a la humanidad.
En definitiva, creo que siguen haciendo falta más cocineros de verdad y menos pamplinas televisivas. Recuperar el producto que se vende solo por su calidad y no por su marketing. Salvando el restaurante de turno de comida guiri a pie de playa donde el plato estrella es la “paella mixta”, si algo nos queda de verdad es la gastronomía y desde luego que si también la llenamos de humo -y esto lo sabemos hacer muy bien-, lo habremos perdido todo.